Javier Valenzuela director de cine

Javier Valenzuela director de cine

jueves, 15 de marzo de 2018

NUEVA ENTREVISTA

La revista Moon magazine se hace eco de mis nuevos proyectos. También investiga en mi pasado profesional para entender mejor mi trayectoria.
Por otra, quisiera aprovechar para compartir una reflexión que me sobrevino tras responder las preguntas de este tipo de conversaciones. Y es fruto de los recuerdos y la introspección hacia mis orígenes que me han hecho revisar mi evolución como persona y profesional. Me he reencuentrado con mis referentes personales y profesionales (mi abuela, mis tías/os, mi padre, primos, amigos, mi madre y mi PAREJA); mientras contestaba las preguntas de la revista.
Estos diálogos interpersonales con periodistas y/o escritores me hacen focalizar la atención en el pasado para entender mejor mi presente y proyectarme coherentemente en el futuro. Un futuro esperanzador y despejado.
Soy fruto de muchas cosas y, ahora, me quedo con la energía acumulada que absorbí de los seres queridos. Y al final, bajo capas de técnicas narrativas, esa energía es la que queda y lo que me impulsa a seguir narrando historias. Aquí tenéis el link para leer la entrevista.
Por último agradezco a Jose (el entrevistador) y al medio por su interés y profesionalidad.


Atentamente, Javier Valenzuela.

jueves, 25 de enero de 2018

¿AHORA QUÉ? - MICRO RELATO


Una mano golpea ligeramente con un hacha un robusto pilar. De fondo se escucha una discusión, una niña grita y provoca a un hombre. Tras varios golpes precisos la superficie del pilar se esquirla cuando…

… la tersa tez de Oria, una endeble niña de diez años, se estampa brutalmente contra la madera de una mesa redonda en mitad de una lúgubre, pequeña y sucia taberna. Un hombre nervudo y alto, ataviado con pieles, aprisiona el rostro y los cabellos rubios de la niña. El resto de los pocos clientes de la taberna no se inmutan y beben iluminados por el crepitar de la tímida luz de vela. Ni siquiera el posadero reacciona, pues tiene asumida la autoridad que ejerce el batidor llamado Dante. No es la primera vez que increpa violentamente a otro cliente, sea mujer, hombre o niño. No hace diferencias.

La sangre brota de la delicada nariz de Oria y definitivamente Dante lanza su cuerpo inerte contra el astillado suelo de madera. Los pulmones de Oria instintivamente arrojan un enérgico hálito que se percibe como un lamentable gemido.

— ¿Ahora qué? — le impugna Dante –- ¿Ves cómo estás mejor con la boca cerrada, rata?

Oria trata recuperar el aliento, algo que no es del agrado de Dante, así que rápidamente el cazador agarra a la infante y carga su brazo derecho para aplastarlo contra el empapado rostro de la infante. Dante imagina el sonido roto del hueso tierno, el angelical quejido de Oria. El hombre coge fuerzas y…

— ¡Disculpa!

La voz de Aldara inunda momentáneamente el salón. No ha sido un grito sino, más bien, una potente proyección de su carismática voz. Dante se gira sorprendido y descubre a una menuda mujer pelirroja ataviada con una túnica sin capucha junto un pilar astillado y duro de madera.

— ¡Ey! ¡Deja a la muchacha! — en esta ocasión se trata de la voz de Elvira, con una energía más brusca y amenazadora. 

Tras Aldara, desde un rincón más oscuro, al fondo de la taberna, aparece Elvira, una mujer alta y robusta con un manto de seda negra. 

— ¿Acaso tienen que recordarte el sabor de tu propia sangre? — le increpa Elvira.

Aldara le hace un gesto y roza finamente a Elvira. Los fibrosos hombros de la guerrera se relajan. Deja escapar un ligero soplido, baja su vista y se aparta para que Aldara se adelante. La mujer bajita se acerca a Dante. Su caminar, fluido y lento, genera una sensación en el tiempo. El fuego parece ralentizarse, las fosas nasales de Dante suenan más graves, las diminutas alas de un insecto zumban etéreamente. Aldara se posiciona finalmente muy próxima a Dante. La luz de una vela ilumina más claramente el rostro de Aldara. La mujer está al lado de Dante y éste queda confundido. Y no es por la belleza de la chica, todo lo contrario. Los cabellos rojizos de Aldara están recogidos y acentúan, si cabe, las alargadas proporciones de su rostro y su nariz aguileña. El batidor percibe un halo de fuerza sobre la mujer. Ésta viste con unos hábitos propios de una clérigo guerrera del Norte pero ¿Cómo puede ser? No aceptan a mujeres. Dante siente una venenosa punzada en su corazón, una sensación avinagrada procedente del estómago que le impulsa a levantarse enérgicamente y encararse a la diminuta mujer. Al hacerlo, la maltrecha niña, cae al suelo sin oposición como una muñeca de trapo.

— ¿Ahora qué? — Dante acerca el rostro a la mujer, mucho más baja que él. —

— Ahora podrías estrellar tu rodilla contra mi rostro. Seguramente romperías mi nariz y el propio dolor me haría caer al suelo— realiza una pausa mientras mira donde está la niña y da unos pasos leves hacia atrás, acercándose al pilar de madera. Prosigue — A partir de ahí… tendrías tantas posibilidades para seguir sometiéndome. 

— ¿Estás loca, mujer?

Tras una breve pausa y dar un paso más hacia el pilar…

— ¿Realmente vale la pena? — cuestiona Aldara — ¿Cuántas veces ten…?

Y, como un rayo, el fibroso brazo de Dante busca rebanar y dañar la cabeza de Aldara que, sin embargo, con una agilidad gatuna, consigue desviar y estrellar el puño contra el pilar de madera aprovechando toda la fuerza del golpe. Varias esquirlas irregulares se confunden en el flácido pellejo del cazador. Piel, madera, heridas, plasma, aullido, dolor y el abismo.

Dante se desploma, derribado por su congoja de fuego fragmentado. Y como si una porción de ese tormento tratará de huir por su boca, el batidor brama. Brama y vuelve a bramar. 

Las dos mujeres se acercan al hombre sujetando a la niña en brazos y sonriendo le preguntan.

— ¿Ahora qué?




Javier Valenzuela